23 nov 2012

Una historia vestida de azul

 Nunca pensé que llegaría ese momento en el que mi mirada cambiaría por completo. Cuando eres pequeño siempre miras con buenos ojos, pero maduras y te das cuenta de que no todo el mundo es honesto y optimista, que hay personas que se rinden demasiado pronto y que sin querer intentan que la realidad que perciben sea la tuya. A veces pienso que el ser humano no tiene la capacidad de amoldarse a nuevos cambios, es por eso que la ansiedad es una enfermedad de moda, ¿qué da tanto miedo que tu mente siempre está en alerta? No estamos en un país en guerra, todavía podemos dar gracias cuando vemos el agua salir del grifo. Las personas han alcanzado un nivel de vida que ahora no pueden vivir sin él, pero antes se vivía con menos y las familias eran felices; y como aparecía algo nuevo siempre se sorprendían. 

Recuerdo una tarde de camino a casa en el autobús, siempre suelo sentarme al lado de gente mayor porque tienen mucho que decir y yo mucho que aprender. Era una mujer de unos 70 años, llevaba una rebeca azul y una muleta en la mano derecha. Sonreía todo el rato sin parar y a la vez me comentaba que si había oído hablar del "wasa" (así lo pronunciaba con gracia). Yo asentí y ella continuó hablando.

- Mi nieto se pasa horas y horas mirando el teléfono como si fuera una persona, pero no habla y además hay veces que lo ves riendose solo. No hace los deberes y la profesora no puede con él. Cuando yo era joven sólo se jugaba en la calle y luego en mi casa se ponía la radio, cuando la inventaron, para escuchar las noticias y eso era lo más grande que tenía; después salías a pasear o te juntabas para charlas con la gente del barrio en la calle. Aprendias historias de los abuelos y trabajabas. Ahora los niños lo tienen todo, el día que no puedan tener nada les da un infarto porque están muy mal acostumbrados.

En ese instante me puse a pensar en el día a día de aquella mujer, lo diferente que era al de su nieto y cómo ahora ella lo veía con sus propios ojos y no tenía la necesidad de tener "wasa", ni móvil, ni internet...podría ser feliz con una radio y sobre todo con las relaciones sociales.

Después de la tercera parada de autobuses y tras un silencio, la mujer prosiguió.

- Yo he vivido en el franquismo y ahora es una suerte ser joven y poder decidir lo que quieres hacer o no, yo siempre le digo a mis nietos: "mi padre me quería casar con el primer hombre que pasaba y me obligó a trabajar de pequeña, no podía hacer nada y vosotros que podéis no sabéis valorarlo". 

Tenía tanta razón, cuando lo tienes todo no le das valor a las cosas y lo más peligroso que puede pasar en el mundo es que los valores desaparezcan porque las personas no saben en que punto del camino se quedaron. Sin valores no hay humildad, no hay honestidad, compasión, solidaridad, humanidad; desaparece el significado de comunidad, ese concepto que no sabemos bien qué es. 

La mujer seguía hablando sin cesar y yo quería quedarme con ella horas y horas, el tiempo se me hacía eterno escuchando sus palabras, me imaginaba su historia en blanco y negro, comenzaba a reflexionar. Yo me puse en pie porque llegaba mi parada y le dije a la mujer que se cuidara mucho, me había inspirado confianza en 10 minutos, había compartido tiempo con una persona desconocida y había sido el más aprovechado del día. Y pensé que porqué las personas se sientan en el autobus huyendo de los demás, con los cascos de música, cuando miles de historias están pasando por nuestro lado, historias que nunca han sido escritas y que podemos ser los testigos más humildes de aquéllos que se ilusionan al contarlas.